Las figuras del freelance y del autónomo suelen confundirse a la hora de hablar de trabajo por cuenta propia, y de hecho, a veces se utilizan ambos términos como si fueran sinónimos.
Sin embargo, existen diferencias entre un freelance y un autónomo que es necesario conocer a la hora de ofrecer servicios por cuenta propia a terceros, ya que no comparten las mismas obligaciones. Sigue leyendo y descubre cuáles son estas diferencias.
Un freelance es un profesional que presta sus servicios a terceros por cuenta propia y de forma esporádica, o sea, sin que exista un contrato laboral entre ambas partes y no de forma continuada.
Es decir, que un freelance es un colaborador por cuenta propia que firma un contrato para trabajar junto con una empresa por unos ingresos concretos de forma puntual y durante un periodo de tiempo determinado.
Pongamos un ejemplo: imagina que vas a expandir tu empresa a territorios de habla inglesa y necesitas traducir tu página web. Para hacerlo, podrías contratar a un traductor freelance para que se ocupara de este proyecto y, una vez finalizado al cabo de un par de semanas, el contrato laboral entre vosotros quedaría finalizado.
Como ves, la figura del freelance se parece a la de un autónomo, pero no son lo mismo. Veamos en qué se diferencian:
Ahora que ya hemos visto la diferencia entre un freelancer y un autónomo la pregunta es: ¿un freelance puede ser autónomo?
La respuesta es sí, un freelance puede ser autónomo, pero no tiene por qué serlo. Por lo tanto:
Dado el límite de 1.000 euros mensuales que tienen los freelance para no tener que convertirse en autónomos, estos suelen compaginar un puesto de trabajo en una empresa ajena con sus proyectos por cuenta propia, ya que no suponen la fuente principal de sus ingresos sino un extra.
En caso de superar esos 1.000 euros, el freelance pasaría a ser autónomo, y si tuviera un empleo en una empresa ajena, se convertiría en autónomo en pluriactividad.