El ambiente nutricional y microbiano durante los 1000 primeros días de desarrollo infantil, desde la concepción hasta el segundo año de vida, juega un papel clave tanto en el crecimiento y desarrollo corporal del niño como en la prevención de futuras enfermedades en el adulto.
Durante el embarazo, las necesidades nutricionales aumentan, y es necesario un aporte extra de nutrientes y energía a través de la dieta. Existen recomendaciones dietéticas sobre qué comer durante la lactancia con el objetivo de cubrir las necesidades del bebé, así como para mantener un peso adecuado. Sin embargo, al mismo tiempo, estas pueden topar con otras recomendaciones para evitar enfermedades, como la de no consumir carne cruda por la toxoplasmosis o lácteos crudos por la listeriosis y la brucelosis. También se suele limitar la ingesta de pescado azul por el contenido en metales pesados.
La dieta es uno de los factores más poderosos para modular la microbiota intestinal que juega un papel clave en el desarrollo del sistema inmune. Sin embargo, no existen recomendaciones fiables sobre cómo cuidar nuestra microbiota.
Por eso, nuestro equipo en el Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos del CSIC, en Valencia, estudia el patrón de alimentación de mujeres gestantes y lactantes de la cohorte MAMI y su relación con la microbiota materna y la del bebé. De hecho, hemos encontrado una correlación entre los microorganismos presentes en la microbiota materna y la dieta seguida por estas mujeres. Además, observamos también que esta diversidad de la microbiota materna en cierta medida se trasladaba a la microbiota neonatal de su bebé, aunque de forma diferente en función del tipo de parto –vaginal o cesárea.
En nuestra cohorte hemos detectado mayores riesgos de sobrepeso de los bebés a los 18 meses cuando la madre había seguido una dieta más pobre en fibra vegetal, ácidos grasos omega-3 y polifenoles, y que estos riesgos eran más acusados en el caso de nacimientos por cesárea. Asimismo, la ingesta de ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados y, una vez más, de fibra se traslada a factores inmunológicos positivos en muestras del cordón umbilical.
En un paso más para entender los lazos que se tejen entre qué comer durante la lactancia y la salud del bebé, desde el IATA hemos estudiado también el impacto de la alimentación en la composición de la leche materna.
La presencia en la leche materna de minerales como el zinc y el hierro o vitaminas del grupo B, que se relacionan a la ingesta de frutos secos y de ácidos linolénico y palmítico, se asociaron positivamente con el crecimiento de los bebés en el primer año de vida. Finalmente, entre los componentes inmunológicos, la ingesta de polifenoles y fibras se correlacionaron con una mayor presencia de inmunoglobulinas, unas proteínas que fabrica nuestro sistema inmunitario para combatir gérmenes como virus y bacterias.
Sigue una dieta variada y balanceada para ampliar la diversidad de microorganismos en tu intestino.
Con estos sencillos consejos, vas a cuidar tu microbiota y tu salud, y al mismo tiempo vas a modular la composición de la leche materna con efectos en la microbiota de tu bebe y, por tanto, en su salud.
La dieta materna es clave para la composición y diversidad de la microbiota de la madre durante su embarazo, e influye en el perfil inmunológico y la microbiota del neonato. Tras el parto, la maduración del sistema inmune puede modularse gracias a los componentes bioactivos de la leche materna. Así pues, el cuidado de qué comer durante la lactancia y la microbiota de la madre a través de dieta es clave para la salud a corto y largo plazo de sus hijos. En el futuro, nuevas investigaciones nos permitirán desarrollar recomendaciones dietéticas personalizadas, así como entender el potencial uso de suplementos dietéticos para mejorar la microbiota materna.